
Hace más de cuatro mil millones de años, la Tierra tal como la conocemos hoy en día, no existía. Nuestro planeta estaba formado por una enorme bola de roca y polvo, con escasez de agua y cuyas entrañas no hacían más que escupir lava ardiente; donde la posibilidad de albergar vida era remota, casi imposible.
Bajo ese panorama, tras miles de millones de años de inercia biológica, pequeñas descargas eléctricas navegando en medio del gran caldo químico existente hicieron posible el nacimiento de la primera célula. ¿Qué probabilidad había de que esta célula única, pequeñita y solitaria, diera origen al primer organismo vivo del planeta?
Y contra toda probabilidad, así fue. Esa célula mutó y creó un clon. Y ambas, algunos más. Y la vida, en su aspecto primigenio, surgió.

Tuvieron que pasar muchos años más para que ese conjunto de células en perfecta y armónica sinergia, dieran paso a organismos más complejos, los que a su vez evolucionarían hasta dar paso a lo que nosotros podríamos identificar ahora como vida animal.
Luego vino el gran reto: sobrevivir. Haciendo la investigación para este post, leí que mientras más íbamos avanzando en la cadena evolutiva, mayores dificultades fuimos enfrentando: en principio, salir de aguas fangosas para empezar a movernos en tierra firme. ¿Imaginan el proceso de adaptación de los órganos internos para empezar a procesar el oxígeno desde el aire y ya no desde el agua? Sin olvidar el enfrentamiento a un sinnúmero de depredadores, ya que la vida, conforme se desarrollaba, se iba volviendo más diversa.
Y con todo, lo hicimos. No solo sobrevivimos, sino que además evolucionamos. Saltamos la valla de lo imposible y nos pusimos de pie, gloriosos, y empezamos a caminar erguidos y a vivir en sociedad. Descubrimos el fuego, la rueda, la electricidad y la energía nuclear. Visitamos el espacio…descubrimos el amor.
Charles Darwin dijo una vez: “No es la más fuerte de las especies la que sobrevive, tampoco es la más inteligente la que sobrevive. Es aquella que se adapta mejor al cambio”.
Y es con esto con lo que me quiero quedar.
Desde la experiencia de nuestra evolución como raza, ha quedado demostrado que es sólo a través de la adaptación que podemos hacer frente a la diversidad de situaciones que nos presenta la vida. Y no sólo aplica para los cambios en las condiciones climáticas que vivimos actualmente (que ya eso da para otro post), sino sobre todo y más importante para aquellos que desde un contexto social generan un impacto en nuestras vidas.
Ciego el que asegure que esto es fácil. No hay nada más complejo que genere una batalla consigo mismo que adaptarse a nuevas situaciones.
Luis José es un ingeniero informático que trabaja desde hace años en una empresa como programador. Cada mañana, a las 9:15 am., sale de su oficina y va a la misma máquina expendedora (la que tiene el sticker de las gaseosas completo, sin romper) a comprar una botella de agua helada y un paquete de galletas de vainilla rellenas con manjar. La misma rutina, desde hace 6 años. De pronto, por motivos aparentemente desconocidos e inexplicables, sus empleadores quitan las máquinas expendedoras y las reemplazan por una pequeña bodeguita que abre a las 9:30 am. y en donde atiende Julieta, una dulce señorita que es toda frescura y alegría.
Las mañanas de Luis se han visto perturbadas. Tiene 2 opciones: sufrir un coma hepático ocasionado por el enojo al ver quebrada su rutina…o adaptarse y usar los cambios a su favor.
Luis apuesta por la segunda opción. Resulta que la empresa detectó que por la misma naturaleza de sus operaciones, muchos de sus empleados no se relacionaban con otras personas dentro del edificio, por lo que cambiaron a la fría máquina por la encantadora Julieta. Además, tenían mayor variedad de galletas y bebidas. ¡Bravo Luis!
Y es que así es en la vida. Siempre. Tenemos por lo menos dos opciones para cada situación de nuestro día, resistir y frenar o adaptarnos y avanzar. Y no me refiero a ceder ni en espacio ni en virtudes, sino a saber que ante situaciones irremediables sobre las cuales no tenemos el control, lo mejor y más práctico es traer nuestros maleables genes prehistóricos y habituarnos a las nuevas condiciones.
Quién sabe y tomando esa forma de vida terminemos como Luis, que lleva saliendo con Julieta varios meses.
